jueves, 3 de abril de 2014

La Primera Guerra Mundial: La entrada del Imperio Otomano en el conflicto (4)

El Imperio Otomano era uno de esos estados, que a principios del siglo XX vivía anquilosado en un pasado glorioso que se remontaba a los siglos XV (En 1453 d.C. conquistaría Constantinopla, hoy Estambul), XVI y XVII. Sin embargo, hacía ya tiempo desde que asomara sus garras a Centroeuropa con el Segundo Sitio de Viena de 1683, debiendo retroceder hasta establecerse de una manera más o menos estable en los Balcanes y en Grecia. Los diversos movimientos nacionalistas del Siglo XIX y principios del XX habían mermado mucho sus posesiones europeas, quedando sólo, y con la amenaza de invasión de la nueva Grecia, con el reducto que ocupaba Constantinopla y sus alrededores. Siendo esta ciudad, a pesar de los varapalos sufridos anteriormente, el grueso del orgullo otomano.

Por ello cuando comenzó la Primera Guerra Mundial, y conscientes de su debilidad militar, el Imperio Otomano, garante de la fe musulmana en Europa y Oriente, se abstuvo de entrar inmediatamente en la guerra que enfrentaba a las primeras potencias europeas y mundiales del momento. Desde diversos ámbitos de la política turca, se veía esta guerra como una oportunidad para retomar el lugar perdido en la órbita europea. Pues además de las cuantiosas pérdidas territoriales sufridas en Europa, hay que sumarle el viraje de la política de expansión de este imperio hacia Oriente en los años anteriores. Algo que desde hacía bastante tiempo había chocado con la política imperial y también expansionista de Gran Bretaña, que mantenía posesiones desde la India hasta Egipto, y con grandes pretensiones sobre Persia. Estos choques territoriales, llevaban al Imperio Otomano a tener como enemigo a Inglaterra, y en consecuencia a sus aliados, entre los que se contaba Rusia, que a la vez era para los otomanos otro jugador en el tablero Europeo. Pues había tenido algún conflicto con ellos en el que había perdido posesiones en el Cáucaso y en el Este de Anatolia, y por otro lado existía una disputa no menos importante por la hegemonía en el Mar Negro.

Así bien, el único "no enemigo" natural en Europa, al no tener ningún conflicto territorial resultaba ser Alemania. Los dirigentes del Imperio Alemán eran plenamente conscientes de esta situación, por lo que vislumbraron una gran oportunidad de agregar un importante, aunque muy atrasado, aliado a su bando. Con esta situación sobre la mesa, la diplomacia alemana comenzó a cultivar de manera muy metódica las relaciones con los otomanos. Esto no sólo conllevaba actos de amistad o viajes que el Káiser realizaba a menudo a Turquía, sino que como era evidente, debía ayudarles económicamente y proveer de armamento y formación al anticuado ejército otomano. A todo este programa de ayuda había que sumarle una incitación por parte de Alemania a la Guerra Santa en nombre de Alá, que llevaría el conflicto no sólo a los territorios del imperio otomano, sino que trataría de trasladar las ansias de guerra a los musulmanes de todo el mundo, los cuáles tenían al Imperio Británico como a su mayor enemigo, ya que su política expansionista abarcaba a millones de musulmanes, y cuyas fronteras lindaban también con una gran cantidad de países de fe islámica.

De esta manera, con todos los ingredientes para hacer entrar en la guerra al Imperio Otomano del lado de las "Potencias Centrales," se desencadenó finalmente el tan esperado suceso. El 29 de Octubre de 1914, naves alemanas que habían atracado en un puerto otomano, en teoría país neutral hasta el momento, atacaron con el apoyo de barcos turcos varios puertos rusos en el Mar Negro. Esto, como no podía ser de otra manera, fue tomado por la diplomacia rusa como una declaración de guerra. Así pues el 2 de Noviembre de 1914 el Imperio Ruso declaró la guerra al Imperio Otomano. Días más tarde, el 5 de Noviembre de 1914, Francia e Inglaterra le declararon también la guerra a los otomanos.

Sería a partir de este momento, con la guerra ya abiertamente declarada, cuando se producirían algunas de las batallas más memorables en la historia otomana, derrotando a los aliados, previa invasión aliada frustrada, en la batalla de Gallipoli, cerca de Estambul. Una operación perpetrada por los aliados con el fin de poder dominar el estrecho de los Dardanelos. Y por otro lado, la derrota que infligirían a los británicos en Irak. 

En este documental, tal como habíamos comentado antes, se narra también, como los alemanes, mediante enviados especiales a diferentes lugares de Oriente Medio, intentan convencer a algunos dirigentes de países musulmanes, para que declaren la Yihad o Guerra Santa a los infieles, en este caso a Inglaterra. Es esta, una de las partes más curiosas y a la vez desconocida de la Gran Guerra. Un conflicto, que a pesar de los 100 años que han transcurrido desde que se iniciara, sigue muy vivo (y quién sabe si detonante) en algunos aspectos de la política internacional actual.


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